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El centro médico de la Clínica Arvila Magna está situado en los entresuelos de una finca poco conocida; incluso para los barceloneses, pero que es sin duda una joya del Modernismo, ya sea por la originalidad de las soluciones arquitectónicas que realizó su constructor, como por la gran riqueza decorativa con la que la dotaron.

Se trata de un inmueble de cinco plantas más ático, con dos fachadas bien diferenciadas, la principal que da a la avenida Diagonal y una posterior que da a la calle Córcega. Estos tipos de fincas eran habitualmente encargadas por una familia o comitente, que destinaba su vivienda al piso principal, y el resto de plantas al alquiler de inquilinos.

En la buhardilla o ático de estos edificios iba el servicio de la misma finca, en los bajos los comercios, y en los entresuelos las oficinas o similares. Así la familia comitente se aseguraba el rendimiento de la edificación.

La decoración más profusa en estos edificios, por lo tanto suele concentrarse en esta planta principal, ya que era la vivienda de quien había encargado el proyecto, aunque los entresuelos y bajos suelen tener abundante decoración en la fachada, ya que era la parte que el peatón tenía a la vista y por lo tanto donde quedaba patente el poder adquisitivo de la familia.

El mecenas de esta finca, el señor Comalat, era un rico prestamista que encargó al arquitecto modernista Salvador Valeri i Pupurull, (Barcelona, 1873-1954) el proyecto de un edificio para su residencia en Barcelona. Éste se realizó en un solar situado en la acera norte de la avenida Diagonal a pocos metros del Paseo de Gracia, que hasta entonces había sido la carretera que unía Ciutat Vella con la Vila de Gracia, y que hoy encontramos plenamente integrada como un barrio más de la ciudad.

Con el desarrollo del Plan Cerdà, a partir de su aprobación en 1860, el Paseo de Gracia se perfilaba como el eje principal en la urbanización del Eixample (ensanche), y es aquí donde empiezan a construirse las residencias de las familias más eminentes de la ciudad. La arteria se convierte en un paseo para peatones y coches de caballos en el siglo XIX y en avenida principal para los automóviles a partir del siglo XX, donde la ostentación se reflejará en la construcción de las fincas con las fachadas más fastuosas posibles.

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Las obras de la Casa Comalat se inician en 1906, y tendrán una duración de unos cinco años; justo el mismo periodo de construcción que la vecina Casa Milà (1906- 1911) de Antoni Gaudí. Salvador Valeri, que entonces era un joven arquitecto de treinta y tres años, debía ser gran admirador de la obra del ya reconocido Gaudí, que entonces debía contar con unos cincuenta y cuatro años y que realizaba su última obra civil con la Pedrera.

La arquitectura de Valeri i Pupurull tiene sin duda claras influencias gaudinianas. Su obra se caracteriza por los espectaculares frontispicios de diseño muy ondulado, siguiendo los criterios modernistas más comunes, aportando una exuberante decoración escultural con motivos vegetales de formas muy variadas. Pero nos referimos a la influencia en particular de Gaudí, porque en el uso de estas formas onduladas, a menudo va más allá del decorativismo, para encontrarlas en las partes estructurales del edificio.

El sistema constructivo de Gaudí se basaba en la observación del entorno natural en el que se encontraban estructuras funcionalmente perfectas y al mismo tiempo formas decorativas de gran belleza estética. Concluyó que las geometrías de la naturaleza se basaban en superficies curvas en el espacio pero compuestas de líneas rectas que se pueden encontrar con gran frecuencia en las plantas o en los seres vivos. Por supuesto, todas estas formas naturales eran policromadas, de colores brillantes y variados. En la Casa Batlló y la Pedrera, por ejemplo no encontramos como en la naturaleza, la línea recta.

Y es precisamente en la Casa Batlló, una reforma realizada entre 1905 y 1907 donde encontramos grandes similitudes con la Casa Comalat.

Si nos fijamos en la fachada de la casa Batlló, concretamente en la tribuna del piso principal con sus grandes ventanales, observamos que hay seis finas columnas simulando dos huesos largos de extremidad, fémures o húmeros, con una aparente articulación central.

Si nos detenemos en los balcones de hierro de los pisos superiores, las bases y capiteles de los pilares recuerdan vértebras, las balaustradas de los balcones del primer piso son falanges y las rejas convexas, turgentes, hechas con pasamanos de hierro que protegen los ojos de buey de los balcones de hierro recuerdan las costillas. Así que no es de extrañar que la estrambótica vivienda entre otros apodos, también recibiera el de la «Casa de los huesos”.

La atención al cuerpo humano, fuera muy probable que Gaudí la desarrollara en las obras que hacía años dirigía al Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Allí Gaudí evolucionó en el ámbito de la escultura, propuso formas nunca antes vistas, por las que tuvo que realizar varios estudios anatómicos del cuerpo humano, especialmente de las articulaciones. Consideraba que el esqueleto era una figura perfecta, y le rindió tributo en todas sus formas.

No nos debe sorprender pues que aplicara estas formas – que sostienen los cuerpos de una manera tan perfecta – como técnicas de sustentación inmejorables para sus creaciones arquitectónicas.

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Entre una avenida llena de edificios en construcción como era el Paseo de Gracia de principios de siglo XX, a Valeri i Pupurull, le debía llamar en especial atención la reforma de la Casa Batlló, y sin duda debía seguir con curiosidad la evolución de ésta y de las nuevas soluciones arquitectónicas del maestro.

Así que aplicaría soluciones parecidas en la Casa Comalat. Si observamos las formas onduladas de la fachada del edificio de Valeri i Pupurull, van más allá del coup de fouet de la decoración modernista.

En Comalat vemos las curvas en la misma la fachada, y también en el los elementos constructivos del interior de la finca. Un buen ejemplo de esto último, son en los arcos parabólicos que encontramos en alguna de las salas.

Hacia 1885, los ricos empresarios catalanes aún no construían sus viviendas en el Paseo de Gracia, y el famoso señor Güell le encargó entonces a Gaudí la construcción de una residencia familiar muy cerca de las Ramblas. El Palau Güell es el primer gran proyecto del joven Gaudí y allí revolucionará la historia de la arquitectura empleando por primera vez un original sistema de arcos catenarios y columnas con capiteles hiperboloides. Posteriormente estos arcos catenarios y también los parabólicos, los utilizaría en el Colegio de las Teresianas, en la Sagrada Familia, o en las buhardillas de las casas Batlló y Milà. Valeri i Pupurull debía estar muy al corriente de las nuevas técnicas constructivas de Gaudí, ya que aplicaría estos sistemas en sus obras.

Pero en especial, es en la fachada posterior de Comalat, la de la calle Córcega, donde encontramos la máxima expresión de su creatividad estructural. Toda la ondulación de la misma para adaptarse a la irregularidad del chaflán y de cómo resuelve el entresuelo tan orgánicamente. Allí también encontramos formas óseas en las columnas que sustentan las arcadas de la tribuna de piedra, o formas de calaveras en los balcones, que se aprecian de manera mucho más clara desde el interior de las estancias del entresuelo de la casa. Todo acompañado de un trabajo cerámico de una policromía espectacular.

Valeri i Pupurull entiende que Gaudí ha revolucionado la arquitectura buscando la perfección en la naturaleza, en una de las máximas de la creación divina, el cuerpo humano y aplica estas máximas en uno de los proyectos arquitectónicos más importantes de su carrera.

El descubrimiento de la anatomía humana está íntimamente ligado a la anatomía artística. Los primeros estudios minuciosos entorno la anatomía humana, se remonta a otro periodo de revolución intelectual y cultural de la historia, el Renacimiento. Los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci, además del aporte científico, las láminas resultantes de estos estudios contienen algunos de los dibujos anatómicos más brillantes jamás creados.

Tanto él como Gaudí, basaban su ciencia fundamentalmente en la observación de la naturaleza.

Da Vinci realizó muchos dibujos sobre anatomía humana, de huesos, de músculos y tendones, del corazón y del sistema vascular, del sistema reproductivo y otros órganos internos, diseños que eran de por sí verdaderas obras de arte. Infinidad de estudios anatómicos que posteriormente utilizaba como base a la que infundir un espíritu de color, convirtiéndolas así en joyas de arte sublimes.

Que el cuerpo humano es una obra de arte tan bien engranada que ha interesado a los grandes genios de la historia del arte, es una certeza.

Cuidar nuestra alma para ser joyas, otra . En un entorno arquitectónico tan exquisito como el de la Casa Comalat, en la Clínica Arvila Magna te ayudarán a cuidar el cuerpo y el alma.

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