botellablog Solemos plantearnos la necesidad de una alimentación sana, pero ¿hacemos lo mismo con el agua que bebemos? No todas las aguas son iguales. El Dr. JOAN JOSEP FUERTES, director médico de Arvila Magna, nos explica en este artículo cuál es la esencia de un agua de calidad. Pasteur afirmó que bebemos el 80 por 100 de nuestras enfermedades. El agua es el componente simple más abundante de nuestro organismo. Somos un 70 por 100 de agua. Todas las reacciones químicas de nuestro organismo tienen lugar en un medio acuoso. Estas tres frases, de las muchas que podríamos decir, pueden resumir qué importancia tiene el agua para los organismos vivos. A todo ello, le podemos añadir nuevos descubrimientos que, de alguna manera, ya sabíamos de forma intuitiva. El profesor Luc Montagnier (premio Nobel de Medicina por el descubrimiento del virus del SIDA) junto con otros científicos, ya han demostrado que el agua es capaz de retener información, en su estructura molecular, de sustancias que han estado en contacto con ella, hasta de estructuras muy complejas, como porciones de código genético de virus. Y eso sin que haya habido ningún indicio de presencia física de estas moléculas en el agua. Otros trabajos diferentes, como el del japonés Dr. Masaru Emoto, han puesto de manifiesto que el agua es sensible incluso a una energía tan sutil como sería la de la intención, encontrando diferencias importantes en los patrones de cristalización de diferentes aguas, siendo la única diferencia entre ellas, que estaban dentro de recipientes de cristal que tenían escritas diferentes palabras, algunas de ellas bienintencionadas y otras no. Durante los años 50-60, los rusos estudiaron qué era lo que hacia que las comunidades humanas que vivían en algunas regiones del Cáucaso fueran las más longevas del mundo. Llegaron a la conclusión de que la calidad del agua tenía un papel determinante. Pero, ¿qué tenían en común estas aguas caucásicas y las de los manantiales volcánicos de Japón? ¿Cuál es la verdadera “esencia” de un agua de calidad? Tanto los rusos de los años 50-60 como el Dr. Emoto llegaron a descubrir cosas similares: las aguas de las fuentes más favorables son aguas de montaña, sin contacto con fuentes de agua contaminada y como particularidades esenciales tienen que son aguas con un pH alcalino (superior a 7, e incluso generalmente superior a 8,5), con un potencial de oxidorreducción (ORP) alto y negativo, alrededor de -600mV, lo que les confiere una capacidad reductora alta, y microestructuradas, es decir, con agrupaciones moleculares pequeñas de hasta seis moléculas de agua. ¿Y qué podemos hacer nosotros?, pobres urbanitas sometidos a la necesaria pero perjudicial potabilización de las aguas. El acceso a aguas naturales con las características especificadas es difícil. Actualmente existen en el mercado diversos sistemas electrónicos que pueden transformar el agua del grifo en agua microestructurada, alcalina y con elevados valores de ORP. Uno de los más conocidos, por ser citado en el libro La enzima prodigiosa del Dr. Hiromi Shinya, es el sistema Kangen, sistema electrolítico que se acopla al grifo de casa y transforma el agua común en algo que se asemeja mucho al agua “ideal”. Si buscáis, encontraréis sistemas de este tipo de varias marcas. Una advertencia: no son baratos, tiene un mantenimiento un poco exigente y generan agua residual. Un consejo: vale la pena.]]>