microwave2blog La tecnología nos rodea inevitablemente y progresa a un ritmo espectacular: desde lavavajillas con WiFi para poderlos programar desde el teléfono, hasta lentillas que en breve podrán diagnosticar las bajadas de azúcar en diabéticos e, incluso, avisar directamente a la ambulancia en caso de desfallecimiento. Pero, los avances, ¿juegan siempre a nuestro favor, o también tienen riesgos para nuestra salud? En este caso, vamos a analizar la influencia de los campos electromagnéticos como continuación al artículo de tóxicos en el hogar. Nuestra composición y evolución biológica no está configurada para los avances tecnológicos que modifican nuestro hábitat. Está claro que el organismo va adaptándose a muchos cambios, pero todavía no ha encontrado la manera de soportar e integrar adecuadamente la exposición permanente a campos electromagnéticos artificiales. La contaminación electromagnética, conocida como como electrosmog, y sus repercusiones negativas pueden ir desde dificultades para conciliar el sueño, dolores musculares e hiperactividad, entre otros, a corto plazo; hasta trastornos del sistema nervioso, insomnio crónico, depresiones, enfermedades autoinmunes o cáncer, a largo plazo, por lo que no es un tema que se pueda tomar a la ligera. En las personas más sensibles puede desarrollarse electrosensibilidad, manifestándose con una amplia gama de síntomas cuando se exponen incluso a niveles bajos de radiación: dolores de cabeza, hormigueo, arritmias, migrañas, sensación de quemazón… Algunos no pueden estar al lado de un móvil, ni siquiera en una habitación o casa donde haya WiFi, han de pintar las paredes de su casa con pinturas especiales y poner en las ventanas cortinas antirradiaciones para poder hacer una vida relativamente normal, y solo dentro de su domicilio. Tampoco se encuentran bien viajando en transportes públicos -donde todo el mundo lleva teléfono- y en muchas ocasiones su única salida es irse a vivir al campo. Según la fundación Vivo Sano, los factores de riesgos artificiales, en cuanto a electromagnetismo, son los siguientes: • Campos electromagnéticos de baja frecuencia: red eléctrica, líneas de alta tensión, instalaciones eléctricas, tren AVE, pequeños y grandes electrodomésticos, transformadores urbanos y transformadores de aparatos eléctricos. Por ejemplo, los campos electromagnéticos de las cocinas eléctricas de resistencias (prácticamente en desuso) y de las vitrocerámicas, se encuentran en el interior de sus resistencias, pero, al igual que la nevera o cualquier otro electrodoméstico del hogar, cargan el ambiente con iones positivos, lo que afecta a la salud y al estado anímico de las personas… La cuestión es: ¿cuántos electrodomésticos puede haber en una cocina estándar? Por contra, cuando el aire tiene una carga abundante de iones negativos se favorece el ambiente de relax y equilibrio general. En este sentido, la recomendación es intentar utilizar los electrodomésticos lo menos posible y mantenerlos apagados e incluso desenchufados de la red eléctrica cuando no se usen, mantener una buena ventilación de los espacios y evitar tener la cama cerca de paredes que donde haya al otro lado electrodomésticos tales como lavadoras, etc. Mención aparte merecen las placas de cocina de inducción: según un estudio suizo resultan muy perjudiciales para la salud (Exposure of the Human Body to Professional an Domestic Induction Cooktops, de la revista científica BioElectroMagnetic). Por su funcionamiento, calientan las cacerolas mediante un campo electromagnético que magnetiza el material ferromagnético del recipiente (por eso los recipientes son especiales). El material absorbe la energía y la desprende en forma de calor. El estudio sostiene, que los niveles de campos electromagnéticos que emite este tipo de cocinas puede dañar neuronalmente a los fetos de las embarazadas que los usan. Si no queda otro remedio, deberían emplearse los más cercanos a la pared, aunque la recomendación es optar por la cocción tradicional. •Campos electromagnéticos de alta frecuencia: hornos microondas, teléfonos inalámbricos DECT, routers WiFi, WiMax, Bluetooth, radar, teléfonos móviles, antenas de telefonía móvil, antenas emisoras de televisión digital terrestre TDT, repetidores de televisión. El microondas se ha convertido en un electrodoméstico común pero que cuenta con muchos detractores . Por una parte, afirman que tiene un efecto desvitalizante y antinutritivo en los alimentos debido a que son calentados por radiación electromagnética mediante la emisión de ondas que hacen vibrar las moléculas de agua de los alimentos, lo que motiva una fricción que genera calor (por eso elementos como platos y vasos, sin agua, no se calienta). Al revés que el horno convencional, cocina el alimento de dentro hacia afuera. Asimismo, sostienen que el ácido fólico desaparece cinco veces más rápido que con la cocción convencional y que se pierden las vitaminas B1, B6 y C; que altera la estructura protéica de los alimentos y daña bruscamente las paredes de las verduras y frutas. También es posible que los aparatos tengan fugas al exterior detectándose niveles de emisión elevados a menos de un metro de distancia de los mismos cuando están en funcionamiento. La propia industria realizó hace un tiempo una campaña para la revisión periódica de posibles fugas, pero, siendo realistas: ¿hay alguien que lleve a revisar su microondas? En cuanto al tema de los móviles, todavía no hay estudios que demuestren que son perjudiciales para la salud, aunque la OMS sostiene que pueden ser potenciales cancerígenos. Por ello, la investigación continúa. Durante 2016 se está realizando una evaluación formal de los riesgos en relación con los campos de radiofrecuencia, si bien faltarán todavía análisis más a largo plazo (con más años de exposición continua a los móviles). Lo que de momento sí se ha verificado científicamente es que los móviles producen un calentamiento de los tejidos proporcional a la proximidad al aparato. Por ello, se está menos expuesto a la radiación si se utiliza el manos libres y en la medida en que el aparato esté más lejos de la cabeza. De hecho, el momento más delicado es el de la noche: de entrada, al igual que los expertos desaconsejan tener despertadores eléctricos enchufados al lado de la cama por el campo electromagnético que emiten (es preferible un despertador clásico a pilas), el uso del móvil como despertador ha de hacerse de forma adecuada: en modo avión. Así no emitirá radiaciones. Los niños también son un colectivo especialmente sensible pues su cerebro está todavía formación. Preventivamente, se desaconseja el uso del móvil y se recomienda -tanto para niños como para adultos- desenchufar la WiFi de casa en horario nocturno. Al margen del electromagnetismo, otro factor que recientemente se ha constatado como perjudicial, es el uso de pantallas de móviles, tablets y ordenadores antes de ir a dormir, y la presencia de las luces de leds de éstos en la habitación mientras se está descansando. La razón: alteran los ritmos circadianos, el reloj biológico, haciendo que el organismo crea que hay luz de día cuando se está en plena noche. En este caso, la opción es apagar totalmente los aparatos. • Campos electromagnéticos continuos o electrostática: moquetas, cortinas, textiles y papeles pintados de materia sintética, lacas o revestimientos, entre otros. • Campos magnéticos continuos o magnetostática: piezas metálicas de camas, colchones, muebles, equipos eléctricos o electrónicos, vigas y otros elementos ferromagnéticos empleados para la construcción. Ni la influencia de los campos electromagnéticos continuos ni la de los campos magnéticos continuos reviste un peligro potencial como los de los otros campos citados. La ciencia no niega que por encima de determinados umbrales los campos electromagnéticos son perjudiciales, por lo que están limitados por directrices nacionales e internacionales. La controversia está -como ocurría en el caso de los tóxicos en el hogar- en cómo afectan los bajos niveles de exposición a largo plazo. Queda mucho por investigar y esperamos que no sea a costa de la salud de la población. Si, finalmente, se demuestra de forma incuestionable que los campos electromagnéticos constituyen un peligro, las consecuencias afectarán a todos los países industrializados y al modo de vida actual. No podemos huir de los avances, y menos aún volver al tiempo de las cavernas. El sentido común, tanto en el uso de la tecnología como en la exposición a electromagnetismos, marcará la diferencia entre que el progreso sea nuestro peor enemigo o nuestro mejor aliado.]]>